El Motín del Arroz
- Juan Jesus Jiménez
- 2 abr
- 2 Min. de lectura
El 2 de mayo de 1949, al amanecer, cientos de mujeres con pañuelos atados en la cabeza salieron de los arrozales de Vercelli, en el Piamonte, con las manos ensangrentadas y la rabia acumulada de años. No llevaban armas, solo azadones y cestas vacías. Ese día, las mondine —las trabajadoras que limpiaban el arroz a mano en condiciones infrahumanas— iniciaron una huelga que cambiaría la historia laboral de Italia. Su demanda era simple: "Ocho horas de trabajo, ocho liras de salario".

Las mondines (del verbo mondare, "limpiar") pasaban 14 horas al día agachadas en agua hasta las rodillas, descalzas, con las uñas podridas por la humedad y las espaldas destrozadas. Su trabajo consistía en arrancar las malas hierbas entre los cultivos de arroz, expuestas a picaduras de mosquitos, serpientes y ratas. Cobraban la mitad que los hombres y, si protestaban, los capataces las amenazaban con violarlas o despedirlas.
En la posguerra italiana, cuando el país intentaba reconstruirse, el arroz de Vercelli era un producto de exportación clave. Pero quienes lo cultivaban vivían en la miseria.

La chispa del motín se encendió cuando una cuadrilla de mujeres se negó a entrar al campo. En horas, la protesta se extendió a 50,000 trabajadoras en el norte de Italia. Las huelguistas bloquearon caminos, quemaron cosechas y enfrentaron a la policía. En Molino Alfa, cerca de Milán, los carabineros dispararon contra las manifestantes, hiriendo a varias.
Pero las mondines no se detuvieron. Usaron tácticas ingeniosas:
El "sciopero alla rovescia" (huelga al revés): Trabajaban tan lento que paralizaban la producción.
Canciones de protesta: Como "Se otto ore vi sembran poche" ("Si ocho horas les parecen pocas"), que luego inspiró el himno feminista "Bella Ciao".

El motín fue el primer movimiento laboral liderado íntegramente por mujeres en Europa. Su lucha inspiró el neorrealismo cinematográfico ("Riso Amaro", 1949) y allanó el camino para los derechos de las trabajadoras agrícolas. Hoy, un monumento en Vercelli muestra a tres mondines con los puños levantados.

Como dijo la escritora Natalia Ginzburg: "Ellas no sabían qué era el feminismo, pero enseñaron a Italia que la dignidad no tiene género".
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