El Misterio de la Gruta Azzurra
- Juan Jesus Jiménez
- 4 abr
- 2 Min. de lectura
La barca de madera se desliza en silencio sobre las aguas de Capri mientras los remeros aguardan el momento exacto. De pronto, se inclinan hacia atrás, casi tumbándose, y la embarcación atraviesa un arco de roca de apenas un metro de altura. Dentro, la penumbra se rompe con un resplandor sobrenatural: el mar emite una luz azul eléctrico que ilumina las paredes de la caverna como si fueran de cristal. Este fenómeno, que dejó sin palabras al emperador Tiberio en el siglo I d.C., sigue maravillando a quienes visitan la Gruta Azzurra, la cueva submarina más grande del Mediterráneo.

Descubierta en la época romana, la gruta fue el refugio privado de Tiberio, quien ordenó construir escalinatas de mármol desde su villa en Capri hasta la entrada. Según el historiador Suetonio, aquí celebraba banquetes sobre plataformas flotantes, rodeado de estatuas de dioses marinos que hoy yacen sumergidas. El acceso se perdió durante siglos hasta que, en 1826, el pescador Angelo Ferraro y el escritor August Kopisch la redescubrieron al seguir el rastro de esa luz azul que los lugareños atribuían a espíritus.

El efecto luminiscente se debe a un juego de física y biología:
La luz solar entra por una abertura submarina y filtra a través del agua.
Los minerales de caliza actúan como prismas, refractando la luz.
El plancton bioluminiscente del lugar emite destellos azules al agitarse.
El resultado es un espectáculo cromático que va del zafiro al violeta según la hora del día. Al mediodía, cuando el sol está en su cenit, la gruta parece incendiarse en tonos plateados.

Hoy, la Gruta Azzurra enfrenta amenazas: la contaminación está opacando sus aguas y el aumento del nivel del mar podría cerrar su entrada para siempre. Aún así, sigue siendo un símbolo de Capri, como escribió el poeta Vincenzo Serrentino: "El azul no es un color aquí, es una experiencia religiosa".
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